lunes, 29 de junio de 2015

Yo solo quiero verte bailar
18:38

Yo solo quiero verte bailar

Esta no es mi historia, es la de algún otro loco. 


. . .

Era una noche de liberación. Un típico fin de semana para aliviar los pesares que los 5 días previos te enciman. El plan era, como de costumbre, encontrarme con mis amigos, esos que son más amigos cuando el alcohol está presente, en alguna casa cercana. Y así fue; pero el asunto se tornó aburrido después de unos cuantos tragos, por lo que no dudé huir de la escena hacia un lugar más entretenido: la fiesta de un desconocido al otro lado de la ciudad. Siempre es bueno conocer nuevas personas, abrazar las aproximaciones casuales como si no fueran fortuitas, sino contempladas con expectativa. Algo me decía que entre tanta gente anónima e indiferente a mi presencia, inmersa en la espesura del montón, habría alguien predestinado a chocar contra mí con la potencia de una bala. Mi mirada rebotada en cada esquina presintiendo el encuentro, sobre mi piel ella se sentía cercana. Cuando la vi, supe que era ella. Fue todo lo que esperaba: un proyectil impactando en mi pecho sin causar dolor alguno, ni muerte, ni sangrado; que, sin embargo, fue causa de una fuerza abrumadora.

Ella me había golpeado de esa manera tan contundente, necesitaba aprender una lección. Me acerqué con la velocidad con la que ella vino hacia mí, prometiéndome una y otra vez en mi cabeza que esa noche le enseñaría algo, por lo que al abrir mi boca solo pude articular las palabras de la proposición que tenía en mente:

—Te voy a enseñar una lección. No me voy a ir de la fiesta hasta que hables conmigo, ¿sí?

—Ok.

Era hermosa, merecía saberlo. Así que se lo dije de corazón. Me agradeció como era debido, aunque yo no buscara un agradecimiento, y volteó la cara apartándome de su bello rostro. Todo en ella era perfecto, cada curva y cada ángulo lo eran. Sus pasos eran armónicos y mientras bailaba no podía dejar de contemplarla.

—Nunca dejes de bailar, te ves mejor en movimiento.

—Gracias.

—Recuerda, al final quiero hablar contigo.

—Ok.

La fiesta se había desarrollado según las expectativas de todos—menos las mías, claro—. Tanto alcohol y psicotrópicos hicieron el efecto debido y justo cuando meditaba en mi espera por tener una conversación con ella, la consciencia de todos los que me rodeaban se tambaleaba de un lugar a otro. También había consumido de todo, como era propio para alguien que se adentra a una fiesta como esa; pero había elegido, desde que mis ojos se posaron sobre ella—sobre su perfección absoluta—, que permanecería en mis cabales por el resto de la velada. Sin buscar respuestas, solo esperándolas.

—No me voy de la fiesta hasta que tú te vayas.

—Ok.

Estuve sentado viéndola bailar, mientras mi mano sostenía una botella de vino que había abierto con un amigo para hacer transcurrir el tiempo—la ilusión del tiempo—. Le confesé a él que la amaba—¡Sí! La amaba—, que esa chica me había robado el corazón. Pero en algún punto de la madrugada, supe que la paciencia de él no fue tan ardua como la mía. De pronto se había ido el último de mis amigos y me había quedado solo, tan cerca y tan lejos de ella.

—Toma mi teléfono

—¿Ah?—Ella extendió su mano sin comprender lo que intentaba.

En la pantalla de mi celular se leían dos poemas, dos predicciones que había hecho de lo que sería mi amor por ella. Sé que lo leyó, al menos mientras estuve junto a ella. De ellos recuerdo muy poco, porque la imagen de aquella hermosa mujer opaca los otros fragmentos de la memoria de esa noche.

Para la chica sin nombre de la que me enamoré porque sólo vi amor en ella durante toda la noche...

P.D: Tuve una botella de vino toda la noche, para que sepas que, si nos vemos otra vez, te invitaré un vino... Recuerda la razón por la que no me fui, te voy a enseñar una lección: la paciencia existe una vez que no juzgas a un loco que te espera toda la noche en una silla sólo para que aprendas a ser paciente.”

No sé que pasó después de eso, en mi mente sonaba una armónica—mi armónica— y todos podían oírme a mí y al poema; pero esa es una historia diferente. Ella se fue con mi teléfono en sus manos y con mis versos en la cabeza. Mientras la esperaba un poco más, cuando añoraba su regreso después de haber leído el segundo escrito, me echaron de la casa de mi historia de amor alrededor de las diez de la mañana, sin siquiera saber cómo se llamaba. No sé su nombre, pero siento que inicia por R. Quizá se llame Rocío, porque ese nombre es precioso, como cada parte de ella.

Ahora solo quiero algo de vuelta, no a mi teléfono, ni mis poemas; sino a ella, a la chica sin nombre de la que me enamoré porque sólo vi amor en ella durante toda la noche. 

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